Quién sabe en qué consista todo esto. Normalmente uno aventura respuestas pero al final, como dicen, uno nunca sabe. Aunque por mucho que existan quienes no crean (y no particularmente en este caso, son muchos los decepcionados), de aquí yo no me muevo.
A mí me basta sumar nuestras piernas y dividirlas entre dos para calcular el número exacto de los que estamos; Me basta sumar, disculpen ustedes, los corazones para realizar la misma operación. Se suman y se dividen entre dos. Pero eso ya está bien masticado y demasiado dicho, es más de lo mismo y, aunque no intento convencer de nada a nadie, creo que vale la pena justificar por qué de aquí yo no me muevo.
No acostumbro a hablar con extraños, tengo mis propios prejuicios de compartir una charla con alguien que probablemente pueda usar cualquier cosa en mi contra, sabemos de antemano que yo me contradigo en una misma oración cinco o seis veces. El ridículo me aterra, por mucho que este sea momentáneo o irrelevante para mi interlocutor. Pero el domingo pasado ocurrió que me puse a platicar de ti y de mí, de las fotos y un comentario que es redundante y algo que ya sabíamos: se ven bien juntos. Qué pena que no nos veamos bien separados, eso podría justificar de alguna manera la distancia. Pero eso, como sabemos es punto y aparte. Pero sigo terco, de aquí yo no me muevo.
No quitemos el dedo del renglón. La garganta la tengo irritada de tanto gritarte desde aquí lo mucho que te quiero.
El camino es largo pero es bonito. Aunque sabemos que podría ser más bonito. Lo bueno es que los dos vamos al mismo lugar. Y yo que no creía en los destinos.
Del otro lado 7
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Edgar no quería ser como su papá que la mayor parte del día y de la noche
se la pasaba en la calle, apostando en el frontón y los billares o
financiando ...
Hace 9 años
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