El siempre es un rojo incesantemente dramático. Se carga a trazos por una ansiosa necedad de leérsele. Como si la respuesta estuviera en la palma de las manos, como si el destino fuera una respuesta categórica a asuntos de inagotable eventualidad. Es contínuamente azotado por las críticas más objetivas y generalmente carentes de buena intención. Pero nunca nadie ha sabido de un caso en el que la crítica objetiva destruya y amordaze todo contexto que la esperanza refleje.
El silencio, en cambio, es de color morado. Un poco más claro, lilita, éste se traza generalmente a dos pinceles. Cuando se trata de una pintura a una sola voz (y qué gran contrariedad) suele ser reflexivo. Cuando es de dos es capaz de gestionarse hasta límites de la paciencia absurdamente insospechables. Oye, el teléfono se hizo para que la gente hable, no una sobre otra sino a una consecuente cesión de la palabra: primero yo, luego tú. Pero el color morado es por sí mismo un color que transgrede las fronteras de las palabras cursis. El silencio de tres es una pérdida de tiempo, de cuatro seguramente es una función de cine para gente educada.
óleo para quien ve y no ve
Del otro lado 7
-
Edgar no quería ser como su papá que la mayor parte del día y de la noche
se la pasaba en la calle, apostando en el frontón y los billares o
financiando ...
Hace 9 años
0 comenterios:
Publicar un comentario