A la Santa Matrona y autora de mis días.
Hace no sé cuántos años que naciste. Sé de buena fuente que de los mayores eres la menor, pero eres de las menores la más grande. Pues hoy me he dado cuenta que nunca te regalé nada, ni un perfume que procurara imitar las camelinas de tu pueblo, ni un festín alegre con manjares inmencionables. De niño recuerdo haberte dado un mandil, tejido defectuosamente por mí a mis 9 años, y una báscula. Pésimo regalo, como regalarle nieve a un alpinista.
No de mala gana me has aceptado éstos sobrantes de tus treintayún años. Pero hoy no tenía para marcarte por teléfono y decidí escribirte. De mi vida no me molesta nada, si a caso que no recuerde que me hayas acompañado un día al mar. Con lo mucho que finjo que me gusta, creo que es porque nunca has estado ahí conmigo. No me molestan tantas cosas que parece que sí.
Estaba a punto de dormir pero no podía dejar pasar tiempo. Mañana, cuando me despierte, será otro día y podría olvidarme de ésto, pero ya no podría olvidarme de ti y todo intento por regalarte algo tendría que limitarse a una limosna de llamada para decirte lo de siempre. Así que pensaba en qué te iba a decir.
De niño sólo lloraba contigo porque me hacías sentir valiente y sólo a ti te confesaba mis miedos. Hoy ya no lloro. A ti de lejos (aunque seguro con una mueca) te sentía del otro lado del cancel mientras regabas plantas que nunca florecieron, así que esperaba algún día regresar para platicarte cuándo dejé de tenerle miedo a las cosas.
De día los días se te pasaban y yo nunca me di cuenta. Un día te fuiste y tampoco me he dado cuenta. Te puedo decir que extraño ciertas cosas, pero a ti de cierta forma no te puedo extrañar. No puedo hacer que no estés conmigo o que un día en los camiones no me acuerde de ti. Tengo exactamente la misma cara de dolor que pusiste el día que te caíste de mi patín del diablo. Ése día me dolió mucho que te cayeras.
Los días se te seguían pasando y yo estaba demasiado ocupado en buscar una manera de que el tiempo se detuviera. Hoy he conseguido que los días se me vayan más lento, pero no hay forma de detenerlo ya. Siempre pasa un segundo y es uno más que puedo reseñar, tengo horas y horas apuntadas en un lugar que no he escrito de cosas junto a ti. Que bueno, siendo justos, incluyo las milanesas odiosas que nunca me terminé. Por algo no crecí, pero creo que somos del tamaño.
Creo que hay convenciones mundiales acerca del trato de los hijos y los padres a las que yo no fui bien invitado, como podrás ver. Soy alérgico a tu casa y me aburre mucho mucho tu pueblo mágico de estambres que para mí sólo tiene dos colores... un mandil y una báscula.
No conforme con ello, te aprendí y copié miles de ademanes. Socorro a quienes me lo piden y busco siempre tu nobleza que me despertaba con olor a fabuloso, o que en las noches de sábado me daba de comer taquitos dorados. No tengo el don de ser impelliscable, pero acudí en su auxilio a ser siempre yo.
Madre, no has tenido al mejor hijo en mí, pero me has hecho una excelente persona. Amén, exclusivamente, por ti.
Del otro lado 7
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Edgar no quería ser como su papá que la mayor parte del día y de la noche
se la pasaba en la calle, apostando en el frontón y los billares o
financiando ...
Hace 9 años
2 comenterios:
:)
Carnal, manda tu columna a elchidopunk@gmail.com, y demosle duro a este blog, http://futblogsucker.blogspot.com/
saludos y ahi estamos
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