I.
¿Qué voy a hacer, hijo? Dime, ¿qué voy a hacer?
La situación deliraba entre lo risible y lo ridículo. Un padre, en apariencia cincuentón, que le pide un consejo a su hijo. Me lo había pedido en muchas ocasiones, ciertamente uno debe socorrer sin cuestionar. Pero eran otras ocasiones se trataba de decidir un color, una idea, una ventaja. Esta vez se trataba de algo un poco más profundo.
Después de 31 años de feliz matrimonio, mi mamá decidió dejar a mi papá. Acá, según cuentan, los más afectados son los hijos. Pero esta vez mis hermanos y yo teníamos muchas más cosas en qué ocuparnos. Así que era un buen motivo para tomarse en serio el llamado de auxilio de mi papá. Ahora me había dejado de ver a los ojos para buscar el consuelo en el suelo, por enésima vez. Enésima persona en hacerlo, también.
Lo pensaba mucho tiempo y abandoné la idea de aconsejarlo. Nunca he estado casado. Después de todo se trataba de mi papá y no quería darle esas ideas absurdas que suelo usar por consejo. Era mi papá, el increíble ingeniero que había construido él solo, y otra cuadrilla de 40 sujetos invasores de propiedad privada, el majestuoso puente de Calvacía. La verdad distaba de ser majestuoso pero lo hizo mi papá.
Un ingeniero incapaz de resolverse su vida. La teoría huyó de la práctica para refugiarse en el absurdo. Lo más irónico hubiera sido pedirle lo más sensato: que se las arreglara él solo.
Entonces encontré un montón de contradicciones en toda mi vida y así comenzó a tener un poco más de sentido. Descubrí voces impacientes que me invitaban a reírme de mí, de mi papá y retirarme avergonzado. Voces que olían a carreteras, al sonido sordo de un auto pasando y perderse en el horizonte. Soy libre y en eso consiste la vida. Al parecer un instinto me disuadía de estar en ese lugar. Era como un cazador descubriendo la interminable búsqueda de sí mismo.
Claro estará que no siempre fue así, y tampoco todo el tiempo. Cuando uno huye de sí, corre el riesgo de abandonarlo todo lo que lo constituye. Hay que ir ligero de equipaje, y siempre pasa que las cosas más trascendentes no pueden viajar. No hay paquetería que transporte memorias; no hay visa para el pasado. En cambio en éstas agencias de viaje, te garantizan que la nostalgia irá contigo a donde vayas. Casi para siempre.
Y ahora que lo recuerdo, lo del ingeniero incompetente bien podría ser un chiste. Muy bueno, por cierto. Casi no pongo empeño en insistirlo. Pero en sí es una broma, causal, irónica y cruel. Aunque siempre podría ser peor, pudiste ser un cardiólogo y tener justamente el mismo problema.
Del otro lado 7
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Edgar no quería ser como su papá que la mayor parte del día y de la noche
se la pasaba en la calle, apostando en el frontón y los billares o
financiando ...
Hace 9 años
3 comenterios:
"No hay paquetería que transporte memorias; no hay visa para el pasado. En cambio en estas agencias de viaje, te garantizan que la nostalgia irá contigo a donde vayas."
aaaaaaaaaaaaaándale, le salieron los dotes de poeta.
te mamaste con varios renglones de éste... un día quiero ser como tu, pero con mi estatura y mi pene :)
claro, pene pequeño gran autoestima, o qué mi jan?
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