Sábanas rojas
Un día invité a Claudia a mi casa para que me ayudara con mi tarea. Eso fue el pretexto que los dos argumentamos a nuestros papás y a nosotros mismos. Implícitamente los dos sabíamos que no íbamos a hacer otra cosa que ver tele y platicar de nuestros planes a futuro. Todo lo implícito, todos los besos, todas las manos.
Ese día estábamos los dos acostados en el cuarto de mi hermano Arturo que en aquellos días estaba en los Estados Unidos vendiendo carne o algo parecido, la verdad es que nunca le presté mucha atención, incluyendo sus consejos: Mira cabrón, si te vas a coger a una vieja cómprate unos condones güey. Si no traes lana o te da vergüenza ir al pinchi oxxo, cabrón, dime y voy. Ajá, como si uno fuera a avisar que va a coger. Es más, como si uno lo pudiera prever que lo hará. Incluso él mismo lo llegó a encerrar en una frase que siempre la voy a recordar “El sexo y la diarrea son lo mismo, ninguno se programa”. Aquella tarde estábamos acostados besándonos y se me ocurrió meterle la mano por debajo de la falda. No traía calzones y la verdad es que empecé a tener un conflicto mucho más serio que el hecho de no tener idea de lo que estaba haciendo. Tal vez Claudia ya venía preparada, no lo sé y nunca se lo he preguntado, porque nunca se ha presentado la oportunidad.
Intenté hacerlo como en una película porno que vi con mi hermano el otro día que mis papás estaban en León visitando a los abuelos. En dicha cinta se ilustraba con claridad la forma correcta en la que una mujer gritará y gritará mientras uno se la tira. Mira, pinchi vieja cómo grita, me decía mi hermano, si Graciela hiciera la mitad de ruido de lo que hace la güera esa, me vendría en ese momento.
Más tardé yo en quitarme los nervios y lo tembloroso de mis brazos cuando Claudia manchó la sábana de rojo. Salté y quité la sábana todo asustado. Pobrecita, ninguno de los dos entendía lo que pasaba. Nomás las hice bolita y las metí a la lavadora en chinga con un chorrazo de Cloralex. Recuerdo que regresé al cuarto y ahí estaba ella, acostada y llorando con la vagina con chorritos de sangre. Verla llorar, por cualquiera que fuera la razón, me hacía sentir más miserable de lo que fui en la cárcel.
Un día regresó mi hermano de Gabacho y el primer día en la noche me preguntó que si me había tirado a la Chacha. Yo le dije que no sabía de qué hablaba, que esa mancha era de un día que mi mamá hizo agua de jamaica. Él nunca se la creyó pero me hizo entender lo que le preocupaba. ¿Y te la tomaste en un vaso roto, cabrón?
Para entonces yo entendí perfectamente a lo que se refería. Aquella ocasión no usé condón porque no se me ocurrió comprar y fue espontáneo como la diarrea. El susto vino como a la segunda semana de haber ocurrido todo. Claudia me habló por teléfono y me dijo que ya la había bajado. Yo no entendí muy bien a qué punto quería llegar con tan íntima confesión. Es como si yo le hubiera hablado por teléfono un día y le hubiera presumido que se me había parado. Mi confusión fue tanta y mi comentario tan fuera de lugar que ella me interrumpió y me dijo: No seas menso, no estoy embarazada.
O sea que si no le hubiera bajado, estaría embarazada. O sea que si hubiera estado embarazada, hubiera visto destruidos todos mis sueños de ser algún día futbolista. O sea que si hubiera estado embarazada, segurito me corrían de la casa. O sea que si hubiera estado embarazada… O sea que hay que usar condón para la próxima.
Y para la próxima. Y para la próxima...
Del otro lado 7
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Edgar no quería ser como su papá que la mayor parte del día y de la noche
se la pasaba en la calle, apostando en el frontón y los billares o
financiando ...
Hace 9 años
1 comenterios:
“El sexo y la diarrea son lo mismo, ninguno se programa”.
Sexo, diarrea, que pedo con su hermano.
Venga la tercera partee!
SOBRES PUESSSS!!!
xD!
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