éxodo, fisho húngaro

Cuando en septiembre agarré casi todas mis cosas y las metí a las dos cajas de Huevo Guadalupe, el destino era Manzanillo. Y lo fue por casi tres semanas. Ahí pasé un montón de cosas en muy poco tiempo, ahí comprendí el verdadero olor del arrimado... aunque el coto tenía alberquirri y ps yo nomás me la pasaba nadando, cual pez.

Un día las cosas se pusieron densas y decidimos irnos de ahí. Ahí fue la última vez que viví en una misma ciudad con un amigo.

Como yo ya no quería regresar a Guadalajara, por mucho que esa ciudad me enamore, pedí prestado para un bus hacia Morelia. Ahí cambió mi vida, todo lo que uno no aprende en 15 años (más uno de oquis) en la escuela, lo aprendí ahí. Tuve un tío que me adoptó y me enseñó cuestiones básicas de la vida, cosas que uno creía saber pero que por respeto a sus canas le doy el beneficio de la duda. Ahí conocí a René.

Fue un cinco de un mes de finales de año. El magnetismo y la naturaleza son los titiriteros de mi realidad. Fui a verla con un dinero de una página de internet en febrero y ella me dijo algo que me hizo pedacitos el corazón, no vengas porque te vas a ir. Y me fui. Pero conseguí un trabajo con mi tío y las bondades propias del árbol genealógico, me permitían visitarla en cuanto pudiera. Así llegó abril, así llegué otra vez.

Después dos meses para el olvido, después entró julio y fue suero. En la primera semana de julio, fui a donde están las películas de mi tío y tomé tres DVD's que eran míos y los acomodé donde estaba toda mi colección, esto fue casi por instinto. Y llegó el 14 del mes y tomé una maletita de abuelito, una maletita de cartón, mi mochila y un cuadro de quienes me gustaría que hoy fueran mis abuelos. Llegué y ella me esperaba ya, con bienvenida en la puerta. Con esas horas que parecen nunca acabarse, yo no quería despedirme. Esa es la verdad.

Y un día salí a buscar trabajo, hice mi currículum y un portafolio de trabajo que apantalló a mis dos interlocutores en el mismo número de entrevistas. Pero esa cara la he visto casi toda mi vida, al final el teléfono suena cuando no lo oigo.

El lunes pasado (han pasado muchas cosas en esta semana), fui a comprar mi boleto de autobús pero olvidé mi constancia de estudios (¡¡ah, chinga, si ni estudio!!) y ya iba de regreso por ella cuando recibí la llamada. Esa que tienes que atender (aunque la neta, la primera llamada fue perdida), la llamada que cambia tu vida, la llamada que habías estado esperando.

Pues me quedo, le dije. Y pues ya tengo depa, atunes, una toalla, unas tazas, una coca.

Nada tengo; Y, sin embargo, tengo todo para ti.
Francisco Barrios