carta para una mujer que no está

Al principio creí que era difícil. Eso fue hace mucho tiempo cuando tú parecías algún tipo de complejo mío. Yo muchas veces te lo hice saber y creo que fue justo de tu parte que nunca manejaras esos temas conmigo, mujer. Pero más tarde me di cuenta de lo sencillo que era comprender que ya no estabas más para mí. Y que en su lugar había alguien que en su momento fui yo, pero que en estos momentos es alguien que nunca te desvestirá en un zahuán sin quitarte la ropa. Eso no quita que deje de odiarte un sólo segundo. Al contrario, te lo reitero y te lo pongo más claro. Yo que te odio tanto y habrán más que sientan todo lo contrario, al final tú decides. Y en recientes cuentas ya has elegido que los odios de las personas intracendentes no son odios de personas cercanas.

Al principio pensé en decírtelo, por pura caballerosidad. Por educación que siempre fingí tener. Pensé decirte que a pesar de todo se veían bien juntos. Había pasado ya mucho tiempo y sin querer me mostrabas tus fotos con él. Entonces comprendí dos cosas: no era tan difícil aceptar que no estabas más para mí. Y que finalmente miento tan bien como tú lo solías hacer. Pero ya no quería decirte que me retractaba, porque así lo iba a parecer. Me refiero a lo del odio. Pensaba en decirte que te veías mejor conmigo. Pero es algo que no me importa hacértelo saber, pero igual te ibas a enterar.

Anoche mientras practicaba mi cara de muerto, me acordé de ti. Bueno, es impensable un pasado sin ti (por razones prácticas); aunque debo reconocer que el futuro desolador que suponía tu ausencia finalmente es un campo lleno de rosas amarillas que voy a cortar para ponérsela en el pelo a alguien más.

Efe