El billete de lotería.
La verdad es que yo estaba muy asustado. Pasaban muchas cosas por mi cabeza. Mi novia, yo, mi novia y yo, hospitales, cartillas del IMSS, la decepción en el rostro de mi mamá, los madrazos que me iba a mandar acomodar Don Jaime por andarle adelantando los nietos, mi soledad y yo, Claudia como un tinaco andando por la calle, más hospitales, el parto, angustia… mucha angustia, sudor, comida, yo trabajando despachando gasolina… y entonces los cincuenta pesos ya no eran suficientes.
Ese día platicaba con Octavio de lo sucedido. No, mano, pos’ es que a veces falla, mano… no es seguro… Pues sí, pero igual nada es seguro. Incluso no es seguro que ella esté embarazada. No hay nada más seguro que la inseguridad que vela nuestro destino, la incertidumbre del porvenir.
Dieron las ocho y media y salí de trabajar. Pasé por la fábrica y me senté a verla. Puede ser la última vez que la vea solo, pensé.
Me gusta guardar memorias, mi ciudad me invita a hacerlo a menudo. Hacer postales del recuerdo y resanar el olvido.
Entonces veía la Fábrica como quien ve por última vez a un amigo que se va lejos y que, tal vez, jamás regresará.
Fui al CEA pero no entré. Sentía una angustia terrible quemándome, pidiéndome a gritos una idea para salir con vida de esta situación. Más bien sentía hambre, pidiéndome a gritos unos tacos de Don Jesús.
Don Jesús me vio cabizbajo. Él ya me conocía de un tiempo para atrás y fungió como terapeuta. No le quise decir. Don Jesús conoce a mi papá y no querría que le dijera que tal vez sería abuelo antes de lo que se imaginaba.
Cuando le estaba pagando a Don Jesús, vi detrás de él en la pared de la farmacia de Doña Margarita el letrerote de la Lotería Nacional: “GRAN SORTEO MARTES 13 DE MAYO”… Vaya solución.
Le pagué a Don Jesús y fui a comprarme un boleto. Treinta y cuatro pesos y me podía ganar treinta millones de pesos. Claro, las probabilidades son ínfimas, pero las probabilidades de que Claudita saliera embarazada también lo eran. Le estaba dando una nueva oportunidad a la suerte.
De pronto toda idea que me hacía nublar de pensamiento se consumía y aparecía una imagen de Claudia y yo viviendo en una casa gigantesca, yo teniendo mi propio trabajo, Claudia yendo con su ginecólogo y yo acompañándola, hospitales y la misma angustia…
Al final va a ser mi hijo. O mi hija, no importa… voy a tener un hijo. Después de todo empezaba a asimilar la idea de ser Papá… ¿Qué chingados estoy diciendo? Si nunca pude tener un perro porque ni su mierda en mi cuarto recogía. Tener 19 años y tener un hijo es tan inoportuno que entonces comencé a asumir la responsabilidad a la que siempre temí. Pero treinta millones de pesos cambian la cosa…
Del otro lado 7
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Edgar no quería ser como su papá que la mayor parte del día y de la noche
se la pasaba en la calle, apostando en el frontón y los billares o
financiando ...
Hace 9 años
4 comenterios:
yo quiero un millon :(
insisto...como que ya habia leido esto.
Pero eso de los 30 millones es nuevo.
es que este cuento ya lo había publicado!
ay staaaa! lo sabia!!
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